6 TESOROS FAMOSOS QUE AUN NO HAN SIDO ENCONTRADOS
Que Pruebas Arqueológicas Comprueban la Veracidad de la Biblia?
La Biblia afirma tener las respuestas a los grandes interrogantes de la vida. ¿Cómo podemos saber si es cierta? A partir de este número, examinaremos cinco pruebas de la veracidad de la Biblia.
Tres de las preguntas más importantes de la vida son: ¿de dónde vengo? ¿Quién soy? ¿Adónde voy? Estas preguntas son el meollo de la humanidad.
¿Dónde puede encontrar las respuestas? ¿Puede usted acudir a un amigo, a un político o a un ministro? ¿O existe otra fuente donde podemos encontrar las respuestas a las preguntas más difíciles de la vida?
La Biblia afirma tener las respuestas —las respuestas que no se encuentran en ninguna otra parte.
Pero, ¿cómo podemos saber si la Biblia es cierta? Al fin y al cabo, en años recientes ha sido rechazada por muchos que dicen que no es sino una recopilación de mitos. Y nuestro sistema moderno de educación rechaza la Biblia como fundamento de la verdad. Entonces, ¿a quién deberíamos creer?
Un best seller
Año tras año, la Biblia es el libro más vendido en el mundo. El libro Guinness Records del Mundo dice: “Aunque es imposible obtener cifras exactas, hay poca duda de que la Biblia sea el libro más vendido del mundo y el libro más ampliamente distribuido”. En 2007, la revista The Economist estimó que se imprimían más de 100 millones de Biblias cada año. George Barna, un investigador americano muy conocido, informa que 92 por ciento de las casas americanas tienen por lo menos una Biblia y muchas tienen dos o tres.
Pero la popularidad y el volumen de ventas no hacen que algo sea cierto. ¿Cómo podemos probar que la Biblia es cierta?
La primera de las cinco pruebas de la Biblia
Éste es el primero de los cinco artículos enfocados en cinco pruebas básicas de la Biblia: arqueología, los rollos del mar Muerto, historia secular, profecía cumplida, y la consistencia de las afirmaciones que se encuentran en la Biblia. Si bien se han escrito libros enteros acerca de cada prueba, esperamos que esta información básica le ayude a probar la verdad de la Biblia por usted mismo.
Arqueología
La arqueología se define como “el estudio científico de los restos materiales (como fósiles, artefactos y monumentos) de la vida humana pasada y sus actividades” (merriam-webster.com). La arqueología debería o confirmar o refutar el registro bíblico.
Ya que la arqueología es una ciencia, se trata de comprobar los hechos y no hacer conjeturas. Pero como ocurre con todo lo demás, las ideas preconcebidas, agendas personales y políticas pueden interponerse en el camino. Es verdad que hay hechos controversiales entre la Biblia y la arqueología, pero hay un creciente grupo de evidencia arqueológica importante que respalda el relato bíblico que no podemos ignorar.
Si la arqueología puede confirmar la existencia de los personajes principales y los eventos fundamentales que aparecen en la Biblia, entonces tendremos una prueba objetiva de la autenticidad.
Si la arqueología puede confirmar la existencia de los personajes principales y los eventos fundamentales que aparecen en la Biblia, entonces tendremos una prueba objetiva de la autenticidad. Hay arqueólogos que rechazan la Biblia y afirman que muchos sucesos registrados en las Escrituras nunca sucedieron. Estas personas se llaman minimalistas y su posición es que la historia bíblica debe ser considerada como ficción a menos que pueda ser confirmada por la arqueología. Otros que se llaman maximalistas tienen una posición opuesta —la historia bíblica es más o menos correcta a menos que los arqueólogos prueben que no.
Analicemos algunos ejemplos en los cuales los hechos son aceptados por ambos grupos. ¿Qué sabe usted acerca del túnel de Ezequías, la segunda pared de Jerusalén y la muerte del rey asirio Senaquerib? Las historias que rodean estos eventos son fascinantes y se pueden encontrar en los libros de 2 de Reyes, 2 de Crónicas e Isaías.
El dilema de Ezequías
La Biblia nos cuenta la historia de Ezequías, un rey de Judá, y su conflicto con Senaquerib, un rey asirio famoso. Esta historia es confirmada además por minúsculos detalles por la arqueología y la historia.
Ezequías fue un rey según Dios que fue un instrumento fundamental para remover la idolatría de Judá (2 Reyes 18:1-4). A comienzos de su reinado él fue testigo de la cautividad de Israel (las 10 tribus del norte) a manos del rey asirio Sargón II (vv. 9-12). Después de su victoria sobre Israel, los asirios obligaron a las ciudades de Judá a pagar tributo con el fin de evitar que corrieran con la misma suerte.
La decisión de Ezequías, de dejar de pagar tributo a los asirios, hizo que el rey Senaquerib los atacara con furia (vv. 7, 13). Esto hizo que Ezequías cambiara de opinión. Él decidió pagar el tributo a los asirios tomando el oro y la plata de su palacio y del templo. Para satisfacer las exigencias de Senaquerib, quitó el oro de las puertas del templo (vv. 15-16).
Pero esto todavía era insuficiente, y Senaquerib había enviado a sus ejércitos para que rodearan Jerusalén exigiendo la rendición de la ciudad.
Construcción de un segundo muro para fortalecer a Jerusalén
En medio de esta crisis, Ezequías oró a Dios con todo su corazón (2 Reyes 19), y el profeta Isaías le dijo que Senaquerib no tendría éxito y Jerusalén no caería en esta ocasión (vv.32-34).
Al prepararse para la invasión de Senaquerib, Ezequías también fortificó la ciudad y construyó un segundo muro alrededor de la porción nororiental de Jerusalén (también llamado el muro ancho), bastante grande. Tenía 6.1 metros de ancho y más de 3.05 metros de altura en algunos lugares. Este muro tenía el propósito de proteger el suministro de agua potable de la ciudad, así como los judíos que, con el tiempo, se habían trasladado fuera del muro principal de la ciudad (2 Crónicas 32:1-5).
Pero durante muchos años los mapas modernos de la antigua Jerusalén no mostraban este segundo muro. No fue sino hasta que comenzó la excavación de Jerusalén después de la Guerra de los Seis Días en 1967, que se descubrió de una forma sorprendente el segundo muro —exactamente como la Biblia lo registra.
Isaías 22:9-11, nos dice: “Visteis las brechas de la ciudad de David, que se multiplicaron; y recogisteis las aguas del estanque de abajo. Y contasteis las casas de Jerusalén, y derribasteis casas para fortificar el muro. Hicisteis foso entre los dos muros para las aguas del estanque viejo; y no tuvisteis respeto al que lo hizo, ni mirasteis de lejos al que lo labró”.
Y la arqueología verifica estos hechos: Ezequías construyó una reserva y un túnel en la única fuente de agua fresca de Jerusalén, el arroyo de Gihón. También construyó un segundo muro para proteger esta fuente. Y derrumbó las casas que estaban en el camino y realmente construyó el muro a través de una casa. El arroyo y la reserva estaban localizados “entre los dos muros”.
El túnel de Ezequías
Ezequías construyó un túnel para llevar el agua fresca a Jerusalén, preparándose para una invasión de los asirios. Esto está registrado en 2 Reyes 20:20: “Los demás hechos de Ezequías, y todo su poderío, y cómo hizo el estanque y el conducto, y metió las aguas en la ciudad, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?”.
En 2 Crónicas 32:30 leemos: “Este Ezequías cubrió los manantiales de Gihón la de arriba, y condujo el agua hacia el occidente de la ciudad de David”.
La Biblia dice que Ezequías desvió el agua para que pudiera correr de oriente a occidente. La arqueología confirma que el agua en el túnel de Ezequías corría de oriente a occidente. De hecho, usted puede caminar por el túnel en la actualidad y ver en qué dirección corre el agua.
Las campañas y muerte de Senaquerib
El sitio de Jerusalén y la campaña de Senaquerib en Judea están registrados en tres artefactos de arcilla —conocidos actualmente como el Prisma de Taylor (nombrado así en honor de su descubridor, Colonel R. Taylor), el Prisma del Instituto Oriental y el Prisma de Jerusalén.
En los seis lados inscritos del prisma, el rey Senaquerib registró ocho campañas militares llevadas a cabo contra varios pueblos que se rehusaron a someterse al gobierno asirio. El texto registra el relato de Senaquerib acerca de lo que había pasado en su campaña militar contra Judá. Registra victorias contra 46 ciudades fortificadas, pero no menciona a Jerusalén entre ellas.
Ezequías es identificado como el rey de Judá y se refieren a él como un prisionero en su propia ciudad. El texto dice: “Él se hizo a sí mismo prisionero en Jerusalén, su residencia real, como un pájaro en una jaula. Yo lo rodee con terraplén para molestar a aquellos que estaban saliendo de la ciudad por la puerta”.
En 2 Crónicas 32:9 encontramos el registro de Senaquerib conquistando la ciudad de Laquis, cerca de Jerusalén. Esta victoria está confirmada en un relieve mural gigante que fue descubierto en las ruinas del antiguo Nínive. De allí Senaquerib envió su ejército para rodear a Jerusalén, pero los registros históricos y arqueológicos son muy parcos en cuanto a lo que sucedió a Jerusalén.
Parece que hay una buena razón para la ausencia de información. Veamos el relato de lo que sucedió en 2 Crónicas 32:21: “Y el Eterno envió un ángel, el cual destruyó a todo valiente y esforzado, y a los jefes y capitanes en el campamento del rey de Asiria. Éste se volvió, por tanto, avergonzado a su tierra; y entrando en el templo de su dios, allí lo mataron a espada sus propios hijos”.
Esta derrota no fue registrada por los asirios y no puede ser confirmada por la arqueología; pero la muerte de Senaquerib está registrada; y sucedió tal cual lo dice la Biblia. El registro asirio nos dice que Senaquerib fue atacado y muerto por dos de sus hijos mientras estaba en el templo de Nisroc en 681 a.C.
Esto sucedió casi 20 años después del sitio de Jerusalén, y la Biblia lo registra en 2 Reyes 19:37, dando los nombres de los dos hijos que mataron a Senaquerib y contando como un tercer hijo, Esarhadón, fue rey en su reemplazo. Todo esto está confirmado por los anales del rey asirio Esarhadón.
Una conclusión arqueológica
Uno de los más grandes arqueólogos judíos del siglo XX fue Nelson Glueck (1900-1971), que incluso apareció en la portada de la revista Time en 1963. Él escribió lo siguiente acerca de la autenticidad de la Biblia cuando se compara con la arqueología: “Puede decirse categóricamente que no hay ningún descubrimiento arqueológico que vaya en contra de la referencia bíblica. Miles de hallazgos arqueológicos se han hecho, que confirman un esquema claro o unas afirmaciones históricas detalladas en la Biblia. Y por la misma razón, la adecuada evaluación de las descripciones bíblicas ha llevado con frecuencia a hacer descubrimientos sorprendentes” (Rivers in the Desert [Ríos en el desierto], 1960, p. 31).
La historia del túnel de Ezequías y el segundo muro, el sitio asirio de Jerusalén y la muerte del rey Senaquerib son sólo unos cuantos de los cientos de relatos bíblicos que han sido confirmados por la arqueología. Si bien hay arqueólogos que han rechazado la autenticidad de la Biblia, el registro arqueológico, tomado como un todo, respalda el texto bíblico.
Más de 30 años atrás, James Mann escribió lo siguiente en un artículo para U.S. News and World Report: “Una ola de descubrimientos arqueológicos está alterando los antiguos conceptos acerca del cristianismo y el judaísmo —afirmando que la Biblia es históricamente más acertada de lo que muchos eruditos piensan” (“Nuevos descubrimientos pueden arrojar una luz renovada acerca de la Biblia”, 24 de agosto de 1981).
Entonces, si la Biblia tiene un registro histórico acertado, ¿podría también estar correcta en sus respuestas a las grandes preguntas acerca de la vida? Hay mucha evidencia objetiva que respalda la creencia de que la Biblia es precisa y contiene las respuestas a las preguntas más inquietantes del hombre: ¿de dónde venimos? ¿Quién soy yo? ¿Adónde voy?
En el próximo número examinaremos los rollos del mar Muerto, indiscutiblemente el mayor descubrimiento bíblico de nuestro tiempo, y veremos lo que esto añade a nuestra pregunta: ¿es cierta la Biblia?
Si desea estudiar más evidencia arqueológica de la precisión de la Biblia, vea nuestros artículos en VidaEsperanzayVerdad
Cortesía de Royce .
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