Este sacerdote perdió la compostura cuando estaba oficiando una misa en línea, pronto se hizo viral
No cabe duda que los humanos fallamos o perdemos la cordura en los momentos menos indicados, incluso los sacerdotes. Justo como le ocurrió a este religioso en plena misa virtual mientras que se preparaba para comulgar ocurrió algo muy peculiar.
Con gran solemnidad, el religioso se preparaba en esta ceremonia con la copa de vino y la ostia, cuando algo distrajo su mirada y lo sacó de su equilibrio. Después de ese momento todo se descontroló, por lo que su acción se hizo viral en redes sociales.
El sacerdote estaba a punto de tomar un sorbo de la copa de vino cuando el músico que le acompañaba durante la misa tuvo un momento incómodo con su instrumento, pues una cuerda se rompió, provocando seguramente que esta lo golpeara o lastimara.
El sacerdote causó furor en redes por su carcajada
Ante esta situación, el religioso Fabricio Rodrigues soltó una risilla discreta que posteriormente se convirtió en una carcajada que no pudo controlar y tuvo que ocultar al agachar el rostro y cubrirse el estómago, pues los espasmos provocados por la sonora risa eran demasiados.
Lo más llamativo de este suceso fue que se aprecia el momento justo en el que el músico sufre el accidente con la cuerda de su guitarra y deja de tocar con ella; pues los que saben de instrumentos reconocen que no se puede seguir tocando sin este elemento.
Su ataque de risa fue tan fuerte que incluso tuvo que cubrirse la cara, al grado de que le costó mucho trabajo beber del cáliz debido a que aún seguía burlándose del pequeño error que sufrió el músico mientras se oficiaba la misa; no siempre ves esa clase de accidentes.
“¿Se le metió el chamuco?”, “No es fácil ni siquiera para un sacerdote, le ganó la risa”, “Imposible no reír”, “La estaba pasando mal”, “No consigo parar de reí”, escribieron en el video algunos usuarios que compartieron el sentimiento con el padre.
Muchas personas hicieron comentarios irónicos al respecto del pequeño desliz que tuvo el sacerdote, pues los humanos tienen impulsos que ni siquiera la fe puede controlar, y menos en momentos tan graciosos como el que vivió el sacerdote durante la misma.