No importa cuántos alimentos hayas almacenado en tus reservas de supervivencia como buen prepper, si se produce una guerra nuclear, tarde o temprano tu comida se acabará. ¿Qué harás entonces? Si te encuentras en un área con pocos sobrevivientes, viajar a las tiendas locales puede ser de ayuda. Sería seguro comer alimentos en recipientes sellados: la radiación no hace que esos alimentos sean peligrosos y solo los altera ligeramente para que pierdan poco de su valor alimenticio.
Incluso si estuvieras totalmente preparado en el momento del ataque, el tiempo corre en tu contra. Los alimentos tienen una vida finita durante la cual su contenido nutricional se mantiene alto. Superado este tiempo, el valor nutritivo del alimento desciende progresivamente. Los alimentos seguirán siendo comestibles durante algún tiempo, pero no necesariamente cubrirán todas sus necesidades nutricionales.
La vida útil nutricional de los alimentos almacenados es corta: la mayoría de los alimentos enlatados tienen una vida útil de solo 6 meses. Las carnes enlatadas y las frutas no cítricas duran un poco más (hasta un año). La leche evaporada tiene una vida nutricional de 6 meses; el caldo, la crema instantánea, las nueces, los cereales y las grasas/aceites vegetales hidrogenados tienen una vida útil nutricional de un año.
¿Y después de eso, qué?
Un invierno nuclear. Un grupo de investigadores de la universidad estadounidense de Penn State se ha propuesto estudiar las posibles soluciones alimentarias ante una catástrofe global que ponga en peligro nuestra supervivencia. Daniel Winstead, tecnólogo de investigación, y Michael Jacobson, profesor de recursos forestales, han estudiado qué alimentos nos quedarían en caso de una guerra nuclear. Su investigación: Resiliencia de los alimentos en una catástrofe oscura.
Aunque ya hayan sucedido eventos naturales parecidos, la probabilidad de que suceda algo así es baja. Si a Rusia y EEUU les da por utilizar todas sus cabezas nucleares (cerca de 11.500, más del 90% del inventario nuclear mundial), además de provocar una catástrofe sin precedentes que se llevaría por delante millones de vidas humanas y animales, conseguirían que el cielo se cubriera con más de 165 millones de toneladas de polvo. Estos efectos fueron descritos por primera vez por Carl Sagan y otros científicos que lo bautizaron como "invierno nuclear".
Consecuencias. El equipo calcula que una nube como esa reduciría la incidencia de luz solar a menos del 40% cerca del ecuador, y a menos del 5% cerca de los polos si lo comparamos con los niveles normales. Además, dicen que el permafrost cubriría la superficie de la mayor parte de Norteamérica, Europa y Asia. Y en los bosques tropicales húmedos, como las cuencas del Congo o del Amazonas, las precipitaciones podrían reducirse en un 90% durante varios años.
Con este panorama, la Tierra tardaría hasta 15 años en recuperarse por completo. Mientras, los supervivientes verían como durante el lustro siguiente las cosechas se perderían en todo el planeta. Solo los trópicos más cercanos al ecuador, donde los cambios de temperatura son menores, permitirían el cultivo de algunas especies.
¿Qué comeríamos? Carne no, desde luego. En el estudio, identificaron las poblaciones cercanas a las regiones tropicales con más vegetación, tanto bosques secos como húmedos, y elaboraron una lista de 247 plantas silvestres comestibles. De esa lista eligieron 33 que podrían alimentarnos durante los años de posguerra nuclear: verduras de hoja, frutas, semillas y frutos secos, raíces, especias, dulces y proteínas que son suficientemente abundantes y que aportan alto valor nutricional, vitaminas y minerales esenciales. ¿Lo más importante? Se pueden almacenar durante largo tiempo sin refrigeración y dan cosecha la mayor parte del año.
Uno de los alimentos más prometedores para los científicos es el gorgojo de las palmeras, una larva rica en grasas y proteínas que se puede tostar y moler para hacer panes y sopas. "La cantidad de calorías en grasa y proteínas que se condensan en esos gusanos es inmensa. Puedes cubrir todas las necesidades calóricas de una persona con 30 o 40 tarteras de gorgojos de palmera, y lo único que tiene que hacer es cosecharlos continuamente. Y eso puede caber en la esquina de una habitación", explicaban los autores.
gorgojo de palmera
Recolectores de nuevo. Otros alimentos interesantes son: el konjac, una hortaliza de raíz amilácea comestible, la raíz de yuca, la seta ostra salvaje, el safou, una fruta aceitosa conocida como la ‘ciruela africana’, varios tipos de espinacas silvestres y amarantos vegetales, o bledos, una verdura que se consume mucho en Africa y que tiene un enorme aporte nutricional.
Además de alimentos para cultivar, los investigadores también hicieron una lista de alimentos que es seguro recolectar justo después del ataque nuclear. Entre ellos están: los frutos de la palma y el tamarindo, las semillas de dilo y acacia, los gusanos de mopane, los baobabs, los ñames, un tubérculo muy popular en las Islas Canarias, y el enset, una planta que dio de comer a los etíopes durante las hambrunas y que es básicamente un plátano del que se come el árbol en lugar del plátano.
¿Es posible la agricultura con radiación? Sí. La lluvia radiactiva de un arma nuclear es diferente de la de los desechos radiactivos comerciales. Mientras que los desechos de un reactor nuclear pueden durar miles o incluso decenas de miles de años, la radiación de un arma nuclear decae muy rápidamente hasta un nivel seguro. La otra cara de esto es que la lluvia radiactiva es inicialmente más peligrosa que los desechos radiactivos, ya que los niveles de radiación que emite son más altos, según explica Duncan Lung en otro estudio.
Además, la lluvia radiactiva es como la arena o el polvo. No es un líquido que corre hacia la tierra. Con cuidado, incluso en áreas de máxima precipitación, se podría quitar la capa superior del suelo, junto con la precipitación, y utilizar el terreno para jardinería. Si tuviera acceso a equipos pesados de movimiento de tierras, incluso se podría llevar a cabo una agricultura a gran escala después de eliminar varias pulgadas de la capa superior del suelo.
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