EXCLUSIVA: UN SACRIFICIO MASIVO DE NIÑOS Y LLAMAS EN EL PERU DEL SIGLO XV

Las investigaciones científicas, financiadas por National Geographic Society, han revelado un evento sacrificial infantil de la cultura chimú sin precedentes en todo el continente americano
Alec Forssmann

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¿Por qué?
Los investigadores continúan desvelando los sucesos que ocurrieron en Huanchaquito-Las Llamas con el fin de explicar por qué y cómo apelaron los humanos a los poderes sobrenaturales, en un intento de controlar el mundo natural impredecible.


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Víctimas rituales
Los arqueólogos han sacado a la luz más de una docena de niños a lo largo de un solo día. Las víctimas rituales, conservadas en la arena seca durante más de 500 años, tenían sobre todo entre 8 y 12 años de edad cuando murieron.


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Rostros pintados
Durante la ceremonia, los rostros de muchos de los niños fueron untados con un pigmento elaborado básicamente con cinabrio rojo. A continuación les cortaron y abrieron los pechos, probablemente para extraer sus corazones. Las llamas sacrificiales parece que corrieron la misma suerte.


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Labores arqueológicas
El arqueólogo Gabriel Prieto, el segundo desde la izquierda, un explorador de National Geographic, excava el sitio costero, donde tuvo lugar un evento ritual hace más de 500 años. Prieto entrena a los estudiantes locales para que sean la próxima generación de científicos que documenten la historia de Huanchaco.

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Un niño y una llama
Dos víctimas de un suceso dramático: un niño y una llama joven. Ambos formaron parte de una matanza sacrificial que ocurrió en la costa norte de Perú alrededor del año 1450 y que acabó con la vida de más de 140 niños y más de 200 llamas.

Rostros pintados con un pigmento de cinabrio rojo, bocas abiertas que aún parecen aullar de dolor, restos de los textiles que oprimían sus cuerpos menudos, costillas dislocadas, un esternón cortado por la mitad y numerosos esqueletos de llamas jóvenes. ¿Qué ocurrió? Eso se debió de preguntar el arqueólogo Gabriel Prieto, de la Universidad Nacional de Trujillo, cuando en 2011 dirigió una excavación de emergencia en Huanchaquito-Las Llamas, en la costa norte de Perú, y aparecieron los restos de 42 niños y 76 llamas. Prieto, natural de Huanchaco, estaba excavando en las cercanías un templo de 3.500 años de antigüedad cuando los lugareños le alertaron de unos restos humanos que se estaban erosionando cerca de unas dunas costeras.

En 2016, cuando finalizaron las excavaciones en Las Llamas, habían aparecido los restos esqueléticos de más de 140 niños y niñas y más de 200 llamas que, con toda probabilidad, fueron sacrificados durante un ritual acaecido entre 1400 y 1450, según ha indicado la datación por radiocarbono de las cuerdas y textiles de los fardos funerarios. El dramático suceso ha sido enmarcado en la cultura chimú, a la sombra de Chan Chan, la floreciente capital del reino chimú, cuyas ruinas se encuentran a menos de un kilómetro de distancia. Sólo los incas comandaron un imperio más grande que el chimú en la Sudamérica precolombina: las superiores fuerzas incas pusieron fin al reino chimú alrededor del año 1475.

Las investigaciones científicas del sitio sacrificial de Las Llamas, financiadas por National Geographic Society, están siendo desarrolladas por Gabriel Prieto y John Verano, de la Universidad Tulane. Hay constancia de eventos sacrificiales humanos entre los aztecas, mayas e incas gracias a las crónicas coloniales españolas y a las excavaciones científicas modernas, pero "el descubrimiento de un evento sacrificial infantil a gran escala en la poco conocida y precolombina civilización chimú no tiene precedentes en el continente americano y puede que tampoco en el mundo entero", afirma Kristin Romey, la autora de un artículo publicado el jueves sobre el tema, una exclusiva de National Geographic.

Los 140 niños sacrificados tenían entre 5 y 14 años de edad, la mayoría entre 8 y 12; las llamas tenían menos de 18 meses de edad. En un estrato de lodo los arqueólogos han descubierto las huellas impresas por adultos con sandalias, perros, niños descalzos y llamas jóvenes, con unas marcas de deslizamiento que indican que los animales opusieron resistencia. La fatídica procesión ritual ha sido reconstruida gracias a las huellas: el grupo de niños y llamas fueron conducidos al sitio sacrificial, un mirador con vistas al Pacífico, donde fueron sacrificados y enterrados los niños, mientras que los cadáveres de las llamas fueron dejados tal cual en el fango húmedo. Los restos esqueléticos (un esternón cortado por la mitad y costillas dislocadas) evidencian el uso de una violencia macabra: sus pechos fueron abiertos, probablemente para extraerles el corazón. Los restos de tres adultos, un hombre y dos mujeres, también fueron hallados muy cerca y seguramente desempeñaron alguna función en el evento sacrificial.

Haagen Klaus, un antropólogo de la Universidad George Mason, sugiere en el artículo de Romey que las sociedades que ocuparon la costa norte peruana empezaron a sacrificar niños cuando el sacrificio de adultos no era suficiente para detener las reiteradas alteraciones producidas por el fenómeno climático de El Niño. "La gente sacrifica lo que más valora. Puede que vieran que el sacrificio adulto era ineficaz. Continuaron las lluvias [que anegaban las infraestructuras agrícolas de los chimúes]. Puede que hubiera la necesidad de probar un nuevo tipo de víctima sacrificial", sostiene Klaus.


Cortesía de Monita

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