Sorprendentes casos de gente sombra y ensotanados

Recuperamos el testimonio de diferentes testigos de extraños encuentros en carretera

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David contaba con 22 años de edad. Esa mañana se había levantado bien temprano para recorrer en su bicicleta los treinta kilómetros que separaban su domicilio en Azúmara de Mondoñedo, donde se celebraban las fiestas patronales. Después de divertirse, a eso de las once de la noche, emprendió el regreso a casa.

Las figuras se giraron muy despacio, sin tocar el suelo, como si flotaran

 

Media hora después, cuando rodaba cerca de la aldea de Barral, observó a dos personas que estaban en el borde del camino. David pensó que podían ser guardias civiles, pero al acercarse a unos cinco metros de ellos, se dio cuenta de que eran enormes. Según el protagonista: "Medían alrededor de dos metros. Estaban muy juntos, como pegados por los hombros, y llevaban puestas unas capas de color rojo que brillaban en la oscuridad. Sus cabezas estaban cubiertas por unas capuchas". David pasó a su lado, "tan cerca, que si alargo la mano, los toco", nos decía. En ese instante pudo verles las caras, "que eran totalmente blanquecinas, como si fueran mujeres muy viejas". A pesar del miedo, no quiso parecer descortés y los saludó con un "¡buenas noches!". Las figuras no contestaron, pero "se giraron a la vez, muy despacio, sin tocar el suelo, como si flotaran, y se quedaron dando la espalda al camino".

Marcelino Requejo publicó este suceso en su último libro, titulado Más allá de lo sobrenatural (Cydonia, 2018). En la misma obra da cuenta de otro caso espectacular de aparición de un ser ensotanado. Marcelino tuvo la oportunidad de entrevistar a dos de los cuatro jóvenes que vivieron una terrorífica experiencia en la madrugada del domingo 10 de marzo de 2001. Circulaban por la carretera AC-100, que une las localidades coruñesas de Porto do Barqueiro y Vila de Bares, cuando de repente del arcén salió "un tipo altísimo, de más de dos metros, vestido como los monjes, con hábito negro y la cabeza tapada con una capucha –relataba uno de los testigos a Requejo–. Frené en el acto, y quedamos parados a unos diez metros de ese ser. Él no se detuvo y empezó a cruzar la carretera. Pero no caminaba, se deslizaba como flotando, despacio, muy despacio. Llevaba la mano derecha extendida hacia delante, sujetando algo parecido a un candil que colgaba de una cadena corta; pero no era un candil, sino una luz blanca redonda, como una bombilla".

Justo cuando alcanzó el centro de la carretera, se detuvo y giró la cabeza mirando hacia el coche, mostrando su rostro a los horrorizados muchachos. «Nos llevamos un susto de muerte. Su cara era blanca como la nieve, parecía una calavera alargada. Y en lugar de ojos tenía dos círculos muy brillantes de color rojo». El ensotanado cruzó la calzada levitando, y al llegar al arcén izquierdo comenzó a volar, desplazándose por encima de los árboles, hasta que se perdió en la lejanía en pleno monte.

Su rostro era esquelético y completamente blanco

"ATROPELLÉ AL ENSOTANADO"

Unos años después, en julio de 2012, Marisol Sánchez atropelló en Saucedilla (Cáceres) a un ensotanado similar al descrito por los jóvenes del caso anteriormente relatado. La mujer golpeó con su coche a alguien que había aparecido de la nada. "¡Dios mío, lo he matado, lo he matado!, gritó. Cuando iba a descender del vehículo, se incorporó un ser ataviado con una sotana que la miró fijamente. Según Marisol, su rostro era esquelético y completamente blanco, y los ojos redondos y rojos. Mientras la mujer vociferaba fruto del pánico, la figura comenzó a alejarse del coche, momento en el que nuestra protagonista se percató de que no andaba, sino que se desplazaba levitando, como si avanzara subido en un patinete.

Miguel Pedrero es director adjunto de la revista Año/Cero y miembro del equipo de los programas radiofónicos La Rosa de los Vientos y El Colegio Invisible (ambos en Onda Cero). Es autor de una quincena de libros, el último de ellos titulado La verdad prohibida (Ediciones Cydonia).

Cortesía de Monita 

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