El manuscrito Voynich es un libro ilustrado, de contenidos desconocidos, escrito por un autor anónimo en un alfabeto no identificado y un idioma incomprensible. Su nombre proviene del comerciante de libros antiguos Wilfrid M. Voynich (1865-1930), quien lo adquirió en 1912. Actualmente se conserva en la Biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos de la Universidad de Yale como MS 408.
Manuscrito Voynich | ||
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Idioma | Voynichés | |
Fecha de publicación | 1404 y 1438 | |
Páginas | 272 | |
La datación por carbono 14 ha determinado que el pergamino en el cual está escrito fue fabricado entre 1404 y 1438. El análisis estilístico, tanto de la escritura como de las ilustraciones, ha corroborado su origen en el siglo XV y la procedencia de algún país de Europa Central, posiblemente Alemania o el norte de Italia. Se cree que el emperador Rodolfo II del Sacro Imperio (1555-1612) pagó 600 ducados de oro por él, aunque no existe registro de tal operación, y es seguro que el manuscrito pasó a uno de sus consejeros, el médico y farmacéutico Jacobus de Tepenec, cuya firma es débilmente visible en el primer folio. Desde entonces estuvo en varias manos hasta acabar en la biblioteca del Colegio Romano. Allí permaneció más de dos siglos, cuando en 1912 la colección que lo incluía fue adquirida por Wilfrid Voynich.
El manuscrito consta actualmente de unas 240 páginas, algunas de ellas hojas plegables de distintos tamaños. Las ilustraciones que pueblan la mayoría de las páginas incluyen plantas y hierbas, contenedores farmacéuticos, diagramas astronómicos y zodiacales y extraños sistemas de tuberías y bañeras poblados por figuras femeninas desnudas. El «idioma» en que está escrito, llamado voynichés, obedece la Ley de Zipf al igual que otros lenguajes humanos, pero se distingue de la mayoría de ellos por una entropía anormalmente baja, efecto de un conjunto de regularidades que hacen que la combinación entre los caracteres sea muy predecible.
El manuscrito Voynich ha sido estudiado por muchos criptógrafos profesionales, lingüistas y aficionados, incluidos descifradores de códigos estadounidenses y británicos de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Las hipótesis sugeridas abarcan desde un idioma o dialecto desconocido, algún cifrado sofisticado o un engaño sin sentido. Ninguna de las muchas soluciones reclamadas han sido verificadas de forma independiente y el manuscrito continúa sin descifrar. El misterio de su significado y origen ha excitado el imaginario popular, convirtiéndolo en objeto de estudio y especulación.
Cortesía de Royce