La imagen que tenemos del cocodrilo, como un animal más bien torpón y poco inteligente, puede ser radicalmente equivocada. Un equipo de científicos de la Universidad de Tennessee acaba de documentar por primera vez el uso de herramientas por parte de estos animales: al menos dos especies, el cocodrilo de las marismas de La India (Crocodylus palustris), y el aligátor americano (Alligator mississippiensis) utilizan pequeños palos como cebos para capturar a sus distraídas presas.
El primero en darse cuenta fue el científico Vladimir Dinets, quien observó que algunos cocodrilos indios colocaban ramitas sobre su hocico y esperaban a que se acercara alguna garceta para atraparla. Estas aves suelen anidar cerca de los grandes reptiles porque el entorno les ofrece protección, pero son a veces presa de esta sutil estrategia. "Los cocodrilos permanecían perfectamente quietos durante horas", escriben los investigadores en la revista Ethology Ecology and Evolution, "y si se movían para cambiar de posición lo hacían de tal manera que los palos permanecieran en equilibrio sobre sus hocicos". A continuación, cuando una garceta se aproximaba a por uno de los palitos para construir su nido, el cocodrilo abría sus fauces a toda velocidad y raramente se les escapaba la presa.
En el estudio se recogen también los trabajos realizados durante 13 años con los caimanes de Florida, en quienes se ha observado el mismo comportamiento. Los palos no son solo parte del camuflaje, sino que forman parte de la estrategia del cocodrilo y para asegurarlo hay un factor determinante: los cocodrilos solo usan este método durante la primavera, el periodo en el que las garcetas están construyendo sus nidos. En esta temporada, las aves andan a la carrera, pelean unas con otras por las mejores ramitas y a menudo se vuelven descuidadas. Y los cocodrilos parecen haber aprendido a aprovechar la oportunidad.
De confirmarse estas observaciones, estaríamos ante el primer caso documentado de uso de herramientas en reptiles, un comportamiento que se ha observado en algunas especies de monos y aves como los cuervos, pero nunca en unas criaturas tan primitivas. Esto, indican los científicos, es indicativo de un comportamiento complejo que no se sospechaba en estas especies y que quizá nos haga replantearnos la imagen que tenemos de los cocodrilos.
Cortesía de Fiesta