Las especias y la esclavitud



En el pasado los condimentos eran considerados de gran valor debido a la dificultad que existía para adquirirlos. Antes de la llegada de los grandes barcos de carga pocas personas se aventuraban a nuevos territorios para conseguir un poco de azafrán, pero las exquisiteces que llegaban a ser preparadas le dieron un gran valor a los condimentos en tiempos pasados, al punto que llegaron a ser considerados como monedas de cambio, tal como si fueran drogas.

No solo eran usadas en la cocina, sino que contribuían a la magia y religión
Al ser productos nuevos en todo el territorio europeo, la gran variedad de especias o condimentos que fueron importados de otros territorios como América o Asia, aparte de ser considerados como algo perjudicial para la salud pública, también eran vistos como ítems útiles para ciertas ceremonias: la religión o propiamente el clero tomaron el control del mercado del cacao, todo importador del chocolate era algún miembro ostentoso de la Iglesia.

Por otro lado, hierbas o condimentos que hoy vemos como algo habitual en la cocina fueron utilizados por sus propiedades mágicas, por ejemplo: se decía que la canela era un fuerte afrodisiaco.


La carrera por adueñarse del mercado de los condimentos
Con la llegada de los exploradores a nuevos territorios y el deseo por adquirir nuevos productos se produjo uno de los procesos más trágicos y tristes de la Historia: la esclavización masiva de africanos que eran comprados en las costas y llevados a las plantaciones americanas: “Las drogas orientales o las especias impulsaron el descubrimiento de América y la circunnavegación del mundo por primera vez (…) La producción de azúcar, de melaza y de alcohol provocó la esclavitud moderna y el desplazamiento de más de diez millones de africanos hacia el nuevo continente.”

La obsesión por las especias dejó un camino de sangre a su paso, pues fueron muchas las comunidades que se vieron masacrada por controlar y obtenerlas. Tener condimentos bajo tu poder se convertía en un símbolo de estatus: se cuenta la historia que una familia hacía alarde su riqueza, pues poseían de tener 175 kilos de pimienta y 92 de canela, 93 kilos de azafrán y un montón de otros condimentos, es decir, era la envidia de todos. Pero el resultado de esta obsesión por los condimentos dejó más que simples miradas de envidia, ya que en la carrera por conseguir las especias muchas comunidades nativas eran masacradas por los europeos que luchaban por controlarlas y obtenerlas.

Cortesía de Roy.

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