Las endemoniadas de Querétaro




Probablemente el caso más conocido de exorcismo del que se sabe en la historia de lo que actualmente es México ocurrió entre 1691 y 1692 en el Colegio de la Santa Cruz de Querétaro. Por estos años, una religiosidad muy fuerte gobernaba tierras americanas.

Durante siglos, se insistió sistemáticamente que la mujer era susceptible a engaños y embustes demoniacos, por lo que muchas crecieron con esta idea arraigada en la cabeza.

Se dice que todo comenzó con un hechizo lanzado por una bruja local, Josefa de San José, mejor conocida con el mote de la Chupa ratones. Al poco tiempo, las doncellas españolas comenzaron a perder el apetito y cayeron enfermas en cama.

Entre más pasaban los días, los síntomas se tornaron sobrenaturales: vómito de artefactos extraños que iban desde agujas, cabellos y alfileres, hasta tierra y huesos de aguacate.

Sufrían visiones demoniacas y retorcimientos de sus cuerpos, pero quizá lo que llamó poderosamente la atención de la sintomatología observada por parte de los religiosos que analizaron el caso fue que el vientre se les inflamara, como si de un embarazo se tratase.

Ante aquel alboroto causado por semejante evento, los frailes franciscanos se ofrecieron a llevar a cabo un exorcismo públicamente para que todos fueran testigos del poder de su orden y con ello subir puntos en su popularidad.

María de Mejía, una de las posesas, explicó que el demonio entró en forma de aire por los cabellos cuando una hechicera indígena le hacía una curación. Juana de los Reyes otra víctima aseguraba que había sido envenenada con una manzana que le dieron al salir de la Iglesia.



Ambas tuvieron agrandamiento considerable de vientre y una de ellas realmente estaba embarazada. Inmediatamente se les acusó por fingimiento de posesión demoniaca y fueron llevadas a la Inquisición de la Ciudad de México, donde sufrieron un juicio por sus actos.

Ahí entre las calles de República de Brasil y Venezuela, las endemoniadas de Querétaro fueron castigadas por algo que la misma época les inculcó que podía ser posible: tener el diablo en el cuerpo.

Cortesía de Monita 

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