La heroína francesa y santa de la Iglesia católica fue sentenciada y quemada viva el 30 de mayo de 1431 en la plaza del Mercado Viejo de Ruán, en Francia, tras ser apresada por los ingleses
Juana de Arco (Jeanne d'Arc, en francés), heroína francesa y santa de la Iglesia católica, nació en Domrémy, en la región de Lorena, en el noreste de Francia, probablemente en 1412. En el pequeño pueblo de Domrémy, que hoy cuenta con unos 150 habitantes, todavía se alza su casa natal, que rezuma un encanto especial. Se trata de una construcción sencilla, con un techo inclinado a un agua, dos plantas y una chimenea monumental. Juana de Arco tuvo sus primeras visiones en la campiña de Domrémy siendo una adolescente.
La extraordinaria epopeya de esta hija de campesinos comenzó con la aparición del arcángel Miguel, que protegía el reino de Francia, y al escuchar las voces de santa Catalina de Alejandría y de Santa Margarita, que la guiarían a lo largo de su breve vida. Juana de Arco podría haberse convertido en una mística, como santa Teresa de Jesús, pero estos mensajes divinos la incitaron a la acción; debía unirse al ejército del rey de Francia y recuperar los territorios ocupados por los ingleses como consecuencia de la guerra de los Cien Años (1337-1453).
ACUSADA DE HEREJÍA
Juana de Arco se limitó a cumplir la voluntad de Dios, según confesó posteriormente ante los jueces de la Inquisición que la sentenciaron. La joven doncella se desplazó a Chinon, donde se encontraba la corte de Carlos VII, y ataviada con ropas masculinas, tal y como le habían indicado las voces, convenció al delfín de que ella era la enviada para ayudarle a reconquistar Francia. Equipada con una armadura blanca y portando un estandarte, como ha sido representada en numerosas pinturas, se puso al frente de las tropas y obligó a los ingleses a levantar el sitio de Orleans, derrotó al general británico Talbot en Patay y, ese mismo año, Carlos VII fue coronado rey en Reims, el 17 de julio de 1429.
Sin embargo, un año después, y tras el fracaso de la ofensiva contra París, fue hecha prisionera y entregada a los ingleses, que la acusaron de herejía y la condenaron a morir en la hoguera. Juana de Arco no se retractó, sino que reafirmó sus revelaciones. La mañana del 30 de mayo de 1431, hace 582 años, fue atada a una estaca y quemada viva en la plaza del Mercado Viejo de Ruán, al noroeste de Francia, y sus cenizas fueron arrojadas al río Sena. En 1920 fue declarada santa por el papa Benedicto XV.
National Geographic.
Cortesía de Monita