Ladrones y piratas: así eran los acompañantes de Cristóbal Colón.


De 90 a 120 marineros acompañaron a Cristóbal Colón en su viaje hacia las Indias que culminó en la llegada a América. Una tripulación que estaba compuesta en su mayoría por hombres ansiosos de riquezas.

Los tripulantes de las tres naves en las que Colón arribó a América, las llamadas Carabelas (la Niña, la Pinta y la Santa María), eran en su mayoría ladrones y piratas, los únicos que Colón pudo reclutar para llevar a cabo una misión que no contaba del todo con la aprobación de la corona española. Esto último se debía no porque los reyes no quisieran expandir los horizontes comerciales de su imperio, sino porque no confiaban en Colón: éste nunca fue un marinero avezado, sus conocimientos en cartografía no eran excepcionales y se sabe que sus pobres habilidades en cálculo fueron el error que lo llevó a América en lugar de la India, el destino al que realmente deseaba arribar en un inicio.


A bordo de las tres naves se encontraban cerca de 90 marineros (otras fuentes elevan la cifra a 120) capitaneados por los hermanos Pinzón, Cristóbal Quintero, Pedro de Velasco y el propio Colón, quien viajaba a bordo de la Santa María, la más grande de las tres naves y también la más lenta. En ella viajaban 39 hombres.

En la Pinta viajaban 24 hombres a cargo de Martín Alonso Pinzón y fue en la que el marinero Rodrigo de Triana avistó tierra por primera vez. La historia no lo dice, pero había una recompensa al hombre que fuera capaz de visualizar tierra. Colón apuntó en su diario de abordo que Triana fue el hombre que así lo hizo, pero cuando llegó el momento de rendir cuentas él se adjudicó el mérito. Por su parte, en la Niña viajaban 26 hombres a quienes comandaba Vicente Yáñez Pinzón y su propietario, Juan Niño.


No se sabe demasiado del aspecto de la tripulación que viajó en las carabelas o de las acciones que cometieron una vez que llegaron a América, salvo un hecho lamentable: el genocidio de la tribu de los arawak, un grupo humano asentado en las Antillas que no conocía el fuego, las armas ni los caballos, pero que tenían mucho oro. Acerca de ellos, Colón escribió en su diario: «Eran de fuerte constitución, con cuerpos bien hechos y hermosos rasgos. No llevan armas, ni las conocen. Al enseñarles una espada, la cogieron por la hoja y se cortaron al no saber lo que era. Serían unos criados magníficos... Con cincuenta hombres los subyugaríamos a todos y con ellos haríamos lo que quisiéramos».


Aquí puedes leer la historia completa del genocidio de los arawak, quienes fueron víctimas de la avaricia, codicia y fiebre del oro de Colón y su tripulación, que era la misma que sufrían los exploradores europeos en sus búsqueda de riquezas y esclavos en territorios exóticos.
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Cortesía de Monita

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