El cementerio norte de Manila, en Filipinas, es uno de los más antiguos del Pacífico. Los habitantes de la ciudad se han visto obligados a habitarlo debido a la pobreza y la superpoblación.
¿Cómo es vivir entre los muertos?
El cementerio mayor de Manila alberga, en la actualidad, a un millón de muertos aproximadamente. Y allí, también, se refugian más de 10,000 familias filipinas que han convertido nichos, tumbas y mausoleos en sus hogares. Algunas familias viven en panteones de los parientes, herencia de generaciones pasadas; otras viven allí con el consentimiento de los propietarios, haciéndose cargo del mantenimiento del lugar. Hasta una cuarta parte de los 12 millones de habitantes de Manila vive en asentamientos irregulares; pero quienes habitan ésta necrópolis prefieren su relativa tranquilidad y seguridad a los peligrosos barrios pobres de la ciudad
.No obstante, el cementerio se ha convertido en una pequeña ciudad autosuficiente donde se pueden encontrar comercios, negocios y servicios en lugares insólitos. El último lugar de descanso de famosos, presidentes, estrellas de cine e iconos literarios, es el lugar vital también para algunas de las personas más pobres de Manila.
«Las tumbas por lo general se rentan durante cinco años. Después de eso, si los familiares dejan de pagar, los administradores del centro exhumarán los restos, tras un periodo de gracia —dice Adam Edam para NYT—. Es común ver bolsas desechadas de cráneos y huesos, algunos enredados con los jirones de la ropa con que fueron sepultados».
Todo el mundo tiene alguna función: hay quienes trabajan como enterradores o albañiles en el cuidado de nichos y tumbas; los más jóvenes cobran unos cuantos centavos por llevar los ataúdes. Los domingos, los días con mayor movimiento de la semana, llegan los muertos o nuevos inquilinos de los vivos. Por la noche, la gente duerme donde puede. En mausoleos y estructuras improvisadas construidas sobre tumbas, las familias continúan con sus días entre muertos.