El 11 de julio de 1975, un equipo de arqueólogos chinos desentierran un ejército de 8.000 guerreros de terracota de tamaño natural cerca de la antigua capital de Xian. Un año antes, unos campesinos que buscaban agua –la región se encontraba sumida en una de las peores sequías de su historia–, habían descubierto la primera figura.
A diferencia de otros casos, el campesino que dio con la primera figura, Yang Zhifa, fue lo suficientemente cuidadoso y curioso, que al topar su pala con un objeto extraño no optó por destruir ese obstáculo en su objetivo de seguir cavando un pozo, sino que se preocupó de descubrir de qué se trataba.
De esta forma, el ejército enterrado de los guerreros de Xian comenzaba a despertar de su largo sueño. Afortunadamente, informaron a las autoridades y otro ejército, esta vez de arqueólogos e historiadores, se presentaron para estudiar el que luego resultaría un espectacular hallazgo. Jamás se hubiesen imaginado que la tumba del emperador fuese de aquellas dimensiones gigantescas.
Impresionaba ver ese ejército inerte encontrado alineado con carros, lanzas y caballos en perfecta formación de combate. Las figuras estaban coloreadas, pudiéndose investigar sobre los colores originales por algunos restos. Sabemos que la pintura se aplicaba con base de huevo sobre dos capas de laca pero, en el delicado proceso de desentierro de las figuras, la laca seca se desconchaba arrastrando la pintura.
El ejército se encuentra desplegado a lo largo de tres grandes fosas junto a la tumba del emperador Qin Shi Huangdi. Aparte del número de guerreros, se han encontrado también 1 caballería formada por 150 unidades, 130 carros tirados por otros 520 caballos, espadas, lanzas, ballestas e incluso 40.000 puntas de flecha.
Una de las principales curiosidades de este ejército es que no hay dos caras iguales entre todos los guerreros descubiertos, recordemos, más de 8.000, que se fabricaron de forma separada.
Han pasado mas de 2.000 años y siguen custodiando la tumba del primer emperador Qin, muerto en el 206 a.C.
Qin Shi Huangdi unificó el país y el topónimo de China proviene de su nombre. Otro de los hechos relevantes durante su reinado fue la construcción de la Gran Muralla. Este mausoleo no tiene nada que envidiar a los conocidos faraónicos y sus pirámides del antiguo Egipto. Se estima que trabajaron en esta majestuosa obra, durante varias décadas, un total de 700.000 obreros.
El espectacular interior albergaba torres y palacios y, como la ciencia actual ha podido acreditar, había cerca de 100 ríos simulados con mercurio.
El arqueólogo español Marcos Martinón-Torres, profesor de la Universidad de Cambridge, ha trabajado en este fabuloso yacimiento y, junto a sus colaboradores, llegaron a la conclusión de que estos artesanos ya trabajaban en paralelo en grupos autónomos en un modelo muy parecido al que ahora conocemos como just-in-time, o método Toyota, puesto en marcha en Japón en pleno siglo pasado.
Según el equipo de trabajo del profesor español, el perfecto estado de conservación de las armas y piezas de bronce tiene mucha relación con la calidad del suelo de Xian, moderadamente alcalino, de grano fino, escasamente aireado y con poca materia orgánica, a lo que tenemos que sumar su alto contenido de estaño de bronce y, todo ello, ha ayudado a que esas piezas mantuvieran su imagen tan cuidada después de tantos siglos sepultadas.
Esta nueva teoría echa por tierra a la comúnmente aceptada del tratamiento antióxido con cromo, todo ello sin desmerecer a los artesanos chinos del momento que posiblemente utilizaran otras técnicas de conservación desconocidas en la actualidad, por lo que los arqueólogos y científicos todavía tienen trabajo.
Cortesía de CLEOPATRA